Monumento a José María Morelos y Pavón
Vista desde la Loma de la Cruz
Que es una semblanza
El diccionario de la Real Academia Española (RAE) define la semblanza como un esbozo biográfico. Suele decirse que una semblanza es una biografía de poca extensión, que no abunda en los datos históricos sino que presenta información sobre el carácter y la personalidad del individuo en cuestión.
De este modo, si una biografía puede desarrollarse como un libro de 300 páginas, por citar una posibilidad, una semblanza puede resumir algunos de los datos presentes en la misma en tan sólo dos o tres páginas. Por eso la semblanza sirve como un primer acercamiento a la vida de una persona.
Puede definirse la semblanza, por lo tanto, como la descripción física y/o psicológica de un individuo, acompañada de algunos datos biográficos.
Uno de los tipos más comunes de semblanza es la curricular, que reúne una serie de datos relacionados con la experiencia profesional de una persona, muy similar a una carta de presentación, aunque con una estructura más definida y un carácter más autobiográfico. La semblanza curricular resulta necesaria para postularse a ciertos puestos de trabajo, especialmente en casos en los que se requiere de una formación muy específica o donde el nivel de responsabilidad es muy elevado.
El primer paso para escribir una semblanza curricular efectiva y completa es reunir todos los datos previamente. Antes de comenzar a redactarla, debemos saber qué vamos a decir, y la mejor manera de no pasar por alto ningún punto importante es realizando una lista escrita, para poder controlarla y hacer las correcciones pertinentes. Veamos algunos consejos para superar este paso con éxito:
tomar nota de todos los puestos de trabajo que hayamos tenido en el pasado, resaltando los más relevantes para el que deseamos solicitar;
* listar, por otro lado, nuestros logros a nivel profesional, como ser premios, proyectos publicados o ascensos dentro de una empresa;
* mencionar aquellos aspectos de nuestra vida que nos generan orgullo;
* señalar algunos detalles personales, como ser lugar de residencia y estado civil, por ejemplo;
* consultar nuestros currículos anteriores, incluso los más antiguos, por si pueden aportarnos algo útil, como ser un consejo que alguien nos hubiera dado en el pasado.
Habiendo reunido toda la información que nos venga a la mente acerca de nuestra experiencia y nuestros conocimientos, llega el momento de descartar aquello que no resulte relevante. Este paso es el más difícil para la mayoría, ya que desde nuestra propia perspectiva todo puede parecer importante; sin embargo, el secreto del éxito en el primer acercamiento a un potencial empleador reside en el poder de síntesis.
Sobra decir que una semblanza no debería incluir datos falsos, especialmente si estamos hablando de nosotros mismos o de alguien a quien conozcamos bien; si llegamos a la necesidad de mentir es que no nos apreciamos lo suficiente, por lo cual deberíamos resolver esta falta de autoestima antes de continuar con la redacción.
Todo esto estimado lector, es con la finalidad de informarte para el caso en que tengas a bien colaborar en esta pagina con historias de gente sobresaliente.
El reloj robado de Linares
Cuentan algunas personas de Linares que el reloj que estuvo en la torre-campanario de Catedral hasta el pasado 15 de junio era robado, literalmente, pues no estaba destinado para esa ciudad.
Hace muchos años, la feligresía linarense aportó sus bilimbiques para comprar un reloj que engalanara la única torre de la iglesia. Sin pasarse de manirrotos, todos cooperaron y apenas reunieron lo necesario para adquirir un reloj de una sola carátula, poco suntuoso, pero eso era mejor que nada. Dicho reloj llegaría de Estados Unidos, en el tren de Laredo a Tampico.
Con bombo y platillo, se llegó la fecha programada. El tren de Laredo pasaría por Linares a la hora de costumbre; es decir, tarde como siempre. Sin embargo, alguien se enteró que en el tren proveniente de Tampico venía un reloj. Esa persona avisó a las autoridades linarenses y aunque éstas sabían que el suyo venía desde otro destino, de todas maneras formaron un comité que de inmediato fue a la estación con la esperanza de que hubiera un error. Y lo hubo, o hicieron que hubiera.
Por extraño que parezca, ese día el tren llegó a tiempo y, en efecto, traía un embalaje muy grande. La comisión linarense, entre dimes y diretes con el jefe de estación, arguyendo errores en el destinatario, pues “seguramente en Tampico se equivocaron al poner en la etiqueta Lampazos en vez de Linares”, casi a la fuerza, si no es que a punta de pistola o con una buena “mordida”, bajó el embalaje para llevárselo al centro. Como en pueblo chico el chisme corre pronto, cuando la comitiva y el reloj llegaron al atrio de Catedral, ya estaban todos los habitantes reunidos y la banda de música tocaba alegremente. Con gran jolgorio abrieron la enorme caja y a todos se les hizo extraño que el relojito que habían comprado era en verdad un reloj muy impresionante, de cuatro carátulas y otra adicional que serviría para que el relojero lo ajustara cuando fuese necesario. Todo mundo se sorprendió muchísimo por la calidad del mismo, pues a nadie se le hubiera ocurrido en su más aventurada fantasía que con tan poquito dinero se pudiera adquirir un reloj tan fino. Aunque todos intuyeron que debía existir un error, los del comité se encargaron de hacer correr el rumor de que se trataba de un regalo enviado del cielo.
Los obreros, que para entonces ya habían abierto un boquete en el lado poniente de la torre para dar cabida a la única carátula del reloj adquirido, se vieron obligados a expandirla y, además, abrir tres orificios más para que las cuatro carátulas se vieran desde los cuatro costados del campanario. Una vez terminado este trabajo, mientras la fiesta continuaba, colocaron el reloj en la torre.
Fue así como por muchas décadas Linares tuvo un reloj ajeno, disfrutó el sonido de las campanas que marcaban la hora y los cuartos de hora y muchas de sus generaciones vivieron con el tic-tac de un tiempo que no les correspondía.
Material publicado originalmente por Homero Adame
Raíces
En un lugar llamado Raíces vivieron los habitantes del ayer, quienes, en una larga pared rocosa, dejaron escrito su paso por el mundo en forma de círculos, de espirales y otros pictogramas. Aparte de esos petrograbados, el lugar no tenía nada de raro a primera vista, pero en la noche, justo a la hora del crepúsculo, las piedras que se encuentran esparcidas por doquier en las lomas, al otro lado del arroyo, empezaban a despertar. Se veían sombras moverse y se oían voces y música de la prehistoria. Esas piedras despertaban de su sueño; en ellas vivían las conciencias de los antiguos. Sabemos que toda esa gente amó tanto a su tierra que, antes de morir, le pidieron a Dios que les permitiera quedarse ahí por toda la eternidad, y Dios les concedió el deseo. Por eso cada noche aquellos espíritus volvían a la vida para recorrer la tierra que tanto amaban.
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Toda persona que por azar miraba o se encontraba con esas sombras de la
oscuridad, se asustaba tanto que juraba no volver por ahí nunca más. Unos
decían que esas manifestaciones eran el Diablo mismo, otros afirmaban que había
un tesoro enterrado, pero nadie se atrevió a escarbar jamás.
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La paz de esos antiguos habitantes se vio turbada allá por los años 40, cuando
don Pablo Salce, el poeta-historiador de Linares, se dio a la tarea de
recolectar las rocas con grabados para transportarlas a un futuro museo que él
mismo proyectó. Mucha gente empezó a ir y venir por esos lugares, siempre en
busca de las piedras que mostraran signos, dibujos o inscripciones. Se llevaron
las que pudieron arrancar de la tierra, dejando sólo aquellas de la larga
pared. Así fue como las ánimas del ayer perdieron sus puntos de referencia y
desde entonces dejaron de manifestarse por las noches.
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Con el transcurso de los años ese terreno cambió de dueños varias veces y en la
actualidad hay grandes pastizales para alimentar el ganado. Las personas que
allá viven nunca hablan de ruidos o visiones: el lugar es ahora un rancho más
de la vasta región semi árida de México, pero con la única diferencia que aún
se conservan algunos de los petroglifos, como mudos testigos de un pasado
enigmático e inexorable
Esta leyenda, escuchada en el municipio de Linares, N.L., se publicó
originalmente en el libro Mitos,
cuentos y leyendas regionales – tradición oral de Nuevo León.
Ediciones Castillo, 1998. Monterrey, México. Y después, en el de Mitos,
cuentos y leyendas de Nuevo León. Editorial Font, 2005.
Monterrey, México; revisado y editado por Déborah Chenillo, con diseño de
Beatriz Gaytán.
Juan Oso
Juan Oso
(Versión escuchada en El Paraíso,
Hualahuises, N.L.)
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El
oso no es malo. Ya casi no baja por estas tierras; lo que pasa es que la gente
lo persigue para matarlo. Dicen que por su piel y por su aceite. Por eso ya
casi no se le ve por aquí –afirma un pastor que anda con sus chivas cerca del
río Hualahuises, en la sierra.
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Pero, mire, le voy a platicar lo que me contaban los de antes que decían que
fue cierto: Una vez se supo que andaba un oso grande, ansina, que vino a espiar
a la gente. No era temporada de secas, cuando bajan los animales de la sierra,
así que a la gente se le hacía raro ver al oso ese que ni siquiera molestaba ni
se robaba alguna gallina pa’ comer.
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Pasó el tiempo y la gente tenía cuidado, sí, pero ya no era raro que dijeran
que habían visto al oso por ahí. Pero todo tiene su razón: el oso ése andaba en
busca de mujer. Resulta que una tarde una muchacha nueva (virgen) se fue al río
a lavar la ropa; iban con ella sus hermanitos chiquillos. En eso que se le
acerca el oso por detrás y que la agarra y se la lleva. Los chiquillos se fueron gritando que
el oso se había llevado a su hermana y la gente salió con los machetes a
buscarlo. Lo siguieron varios días, pero el oso sí conocía la sierra muy bien,
así que se les perdió. No se supo nada de él ni de ella por mucho tiempo.
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Resulta que un día llegó la muchacha, ya grande y con un chamaco en brazos.
Venía muerta de hambre. Ella les platicó a sus gentes que el oso se la llevó a
vivir a una cueva y que la cuidaba muy bien, le traía comida y hasta la quería
mucho, pero que ella no quería estar ahí porque él la encerraba con una
piedrota que tapaba la [entrada de la] cueva para que no se escapara.
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[Entonces] el oso la trataba bien y hasta la hizo su mujer. Y tuvieron la
criatura ésa. Pero un día el animal se descuidó –a lo mejor ya tenía confianza
en su mujer y no puso la piedrota en la entrada–. Ella agarró sus chivas
(enseres), su chamaco y se regresó como pudo al pueblo. Dice que [se la] pasó
dos días caminando entre el río y el monte, pero llegó bien. Pero tenía miedo
que él la anduviera siguiendo.
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Quién sabe qué habrá pasado con esa muchacha y con el oso. Pero dicen que el
chamaco creció fuerte y peludo y que un día, ya de grande, se fue solo a vivir
a la sierra.
Esta leyenda fue publicada originalmente en el libro Mitos,
cuentos y leyendas regionales – tradición oral de Nuevo León.
Ediciones Castillo, 1998.
Posteriormente, se publicó en Mitos,
cuentos y leyendas de Nuevo León. Editorial Font. Monterrey, N.L. 2005,
editado por la Mtra.
Déborah Chenillo, diseñado por Beatriz Gaytán y corregido por
Mary de Lara. La ilustración fue obra de Jennifer Hennen.
El diablo de la Hacienda de Guadalupe
Narración de Fabiola López (Linares, Nuevo León. México)
En la ciudad de Linares, Nuevo León, existe una construcción que fue hace mucho tiempo una hacienda enorme llamada “Hacienda de Guadalupe” y que ahora es la “Facultad de Ciencias de la Tierra” , siempre se han rumorado cantidad de cosas de ella sobre ella, la primera es que su nombre provenía de la tradición de que cada hacienda tenía su capilla y esta tenía la Virgen de Guadalupe muy venerada aquí en México, y la cual no se conservó en él ya que al ser la facultad una institución que no impartía religión alguna se dice que fue vendida, otros que está oculta en la bodega de la institución, otros tantos que está en un museo e incluso que está enterrada en el patio, pero está desaparecida.
Un compañero de clase llevó un día una fotografía de la entrada a la facultad, que es bastante linda y -recordé una vez que fui por la tarde con mis padres a felicitar a una pareja que tenían una semana de casados (vivían muy cerca del lugar) y ya imaginarán, yo como era pequeña pedí permiso de salir a caminar, así que fui a la entrada de la facultad ya que es grande con jardines y un patio, lo único que hice fue sentarme en una de las banquetas y ver el cielo, y contemplar el bonito lugar al caer el sol, y que por cierto no había nadie, cuando volteé a ver la puerta principal vi a un hombre vestido de militar al cual no le tomé mucha importancia ya que desapareció y cuando traté de verlo por otro lugar nunca lo encontré y después de un rato volví a donde estaban mis padres-; la cosa es que estaba platicando con mi compañero y pregunté que por qué tenía esa foto. Él me contó que a uno de sus amigos le platicó su novia queen la entrada se aparecía un militar que hacía guardia y que hace mucho tiempo en la época revolucionaria había sido una especie de escondite militar. Curiosamente lo que él me platicó concordó con mi historia que para nada había contado.
Otro
día mucho anterior a este mientras descansaba con mi amiga Angélica del estudio
para un examen le pregunté si su hermano ya había terminado sus exámenes en esa
facultad a lo que ella respondió que sí, luego nos dirigimos a almorzar y la
noté un tanto callada. Cuando le iba a preguntar la razón ella me dijo:
– Fabiola, mi hermano me hace pensar en cosas extrañas, él dice que ya no
quiere ir a estudiar a la facu porque tiene que ir a la biblioteca y se acerca
a una chimenea para calentarse en invierno, lo impresionante es que un día
cuando se dirigía allí estaba sentado un niño chiquito blanco
con ropa muy antigua y
que estiraba las fibras de la alfombra, y que nunca más lo vio ni tampoco que
alguien se lo hubiera llevado.
Sólo le dije que tal vez trataba de asustarla y que no le tomara importancia, que si quería estudiar en esa facultad no tenía por qué tener miedo ya que cuando tu sueño es estudiar esa carrera nada se puede interponer.
Lo más interesante y que aún me tiene impresionada fue un día que estaba con varios amigos que contaban que a espaldas de la ex-hacienda a unos cuantos kilómetros donde está un pequeño acueducto que más bien parece una barda alta hay un tesoro enterrado y que tal sitio estaba embrujado; decidimos ir seis chicos, una chica y yo. Al llegar bajaron los seis chicos y mi amiga, yo me quedé en la camioneta porque tenía un feo dolor de cabeza debido a que era muy tarde, así que estaba vigilando por si alguien venía y los observaba ya que hay un pozo no muy profundo donde se supone que está el tesoro y que no estaba muy lejos de la camioneta; después de unos minutos regresaron corriendo tres de los chicos, mi amiga y más tarde otros dos (Marcos y Luis) con Arturo desmayado. Todos estaban asustados y se preguntaban entre sí ¿lo viste?, ¿lo escuchaste? , yo preferí esperar para preguntar sobre lo sucedido así que el buen JM manejó de regreso hasta la carretera donde detuvo la camioneta porque Arturo acababa de despertar, y me pude sentar junto a Brenda que me dijo así:
– Mira Faby, bajamos de la camioneta y caminamos tras de Arturo hasta llegar al pozo, éste empezó a cavar con una lámina que llevaba en la mano, entonces apareció del lado derecho un perro ‘Rood Guilder’ (no sé cómo se escribe el nombre de esa raza de perro) negro con espuma en la boca era en verdad grande casi del tamaño de una vaca y se puso a ver a Arturo, nosotros no quedamos impresionados al verlo; entonces le dijimos…
-Wey,
mira!
Arturo -¿Qué, que quieren?
-Wey, mira eso, míralo!
Arturo- Ya Weyes!, no estén jugando!
-Turo…
Arturo-¿Qué?
-Voltea para allá
Arturo-(volteó a la izquierda) no estén molestando, no hay nada allí
-No, al otro lado
Arturo volteó entonces a la derecha y al ver este animal se puso de pie con
cara de confundido.
Entonces
se escuchó la voz del ‘perro’ (pero no movía la boca, sólo nos miraba, creo que
era telepatía o algo así) que decía – ¿Qué haces?, ¿Crees que vas a sacar todo lo
que hay aquí?, no, ni tú ni todos esos que vienen contigo pueden sacarlo,
¿Sabes?, todo eso puede ser tuyo, yo te lo puedo dar.
Arturo-Dámelo entonces
Perro-Te doy un cofre lleno si tú me entregas ahorita a uno de tus amigos, o
después traes a alguien, tiene que ser un hombre, un cofre por un hombre.
Arturo-¿Quién eres tú? ¿Por qué quieres hombres?
Perro- Tú sabes quién soy, ya estás grandecito, ése que piensas; ese soy yo.
Necesito las almas de los hombres.
(Brenda mencionó que ella pensaba que el perro era el demonio) Entonces Arturo cayó desmayado, todos corrieron y cuando Luis le preguntó a Marcos dónde estaba Arturo ambos regresaron al lugar donde aún estaba el perro viéndolos en forma de burla y se reía, ellos sólo lo estiraron de los brazos y más delante lo cargaron (Brenda volteaba constantemente para verificar que todo estuviera bien).
Esa noche ya no comentamos nada, después de una semana me di cuenta que Luis, cuando cerraba los ojos escuchaba ladridos y no podía dormir de noche, Marcos escuchaba que el perro le hablaba y le decía que el resto de su vida lo iba a acompañar, que ya no se iba a librar de él, por último Arturo está algo mal ya que sólo ve un perro y le da pánico, dice que lo escucha hablar, regresa a su casa y come azúcar a cucharadas ‘para que se le quite el susto’.
Marcos, con la desesperación de escuchar las voz fue con sus dos mejores amigos al mismo lugar, donde llamó e insultó a este extraño ente para enfrentarse a él junto a sus miedos, pero el dichoso animal no se vio por ninguna parte; sus amigos sólo le dijeron que si era el Diablo, no respondería a su llamado, sino que tenía que ir varios días hasta que al demonio le diera la gana aparecérsele.
El hijo desobediente
Se cuenta que en el municipio de Linares, Nuevo León, no hace mucho tiempo vivía una anciana con su hijo en una casa humilde en las afueras de dicho municipio. Mientras que la anciana se la pasaba todos los días lavando ropa ajena para obtener unos cuantos pesos (dinero mexicano) para poder comer, su hijo se la pasaba de borracho en la cantina (bar), malgastando el dinero que su madre se había ganado lavando ropa ajena.
El muchacho ingrato, las veces que su madre no le daba para “el trago”, la golpeaba y la maltrataba, en ocasiones hasta dejarla inconsciente. Pero este sufrimiento tendría su fin muy pronto.
Cierto día, un Viernes Santo para ser más exactos, su madre le pidió al ingrato que en vez de ir a la cantina o bar fuera a la iglesia a pedirle perdón a Dios por todos los males que había cometido; pero éste, encolerizado golpeó a su madre, y después la sacó de la casa, y se la llevó arrastrandola de los cabellos a la pobre mujer hasta un terreno baldio. La dejó tirada, cuando repentinamente se abre la tierra y se traga al muchacho, inútilmente pide ayuda, porque no es auxiliado por nadie, y ante la mirada de su madre y de vecinos curiosos que acudieron al lugar, observaron cómo el joven se hundía entre las arenas rápidamente, acto seguido la tierra se vuelve a cerrar.
Se
dice que lo que pasó fue que los demonios se llevaron al muchacho al infierno,
especialmente ese día porque es cuando Cristo nuestro Señor se entrega por
nosotros muriendo en la cruz, decidiendo tal vez acabar con el sufrimiento de
esa pobre mujer que le propiciaba su propio hijo.
Narrado por: Adrian (Monterrey, Nuevo Leon,
México)
Investigación y Trascripcion hecha por: Blackray
Los eclipses y sus tragedias
Esta leyenda con el nombre de “Los eclipses”, escuchada en Atongo de Abajo, municipio de Allende, N.L., salió publicada en el libro Mitos, cuentos y leyendas de Nuevo León. Editorial Font, 2005. Déborah Chenillo Alazraki estuvo al cargo de la edición y Beatriz Gaytán del diseño.
Oiga, amigo, tenga cuidao porque no tarda el eclise [sic] y no es bueno andar en el monte. ¿Usté sabe d’eso de los eclises, ¿vedá? –me pregunta don Jesús, un pastor como de 75 años que anda campeando sus cabras.
[…] Fíjese que los eclises son malos, muy malos. Y pior son los de sol, como el que no tarda en empezar en un rato. Yo me di cuenta porque desde temprano los gallos cantaron diferente, y la mula andaba vuelta loca. Uno sabe d’esas cosas porque pos uno ya ha visto munchos d’ellos. Y luego hace rato dijeron en la radio que iba haber eclise, así que yo ando juntando los animalitos pa’ llevarlos al corral, no vaya ser que luego se me muera alguno.
Los eclises son malos, y ya le digo, los de sol son pior. Con decirle que una vez una señora de por allá andaba preñada y pos se le ocurrió salir cuando estaba el eclise, y como no se colgó una llave de cobre con un listón rojo en la cintura, pos luego se puso mala y perdió la criatura.
Hay gente que luego ya no cree en esas cosas, pero mire, pa’ que no le quede duda le voy a platicar lo qu’he visto. Cuando se tapa el sol a medio día, si uno tiene fruta en el naranjito o en el durazno se cae la fruta, o si no s’empederne, que pa’l caso es lo mismo, pos ya no sirve.
Yo me acuerdo que platicaba una viejita tía mía que hace muncho hubo un eclise de la luna, que se tapó todita, y hubo una señora que por andar haciendo sabe qué cosa salió p’afuera y pos ella no perdió la criatura, pero le salió mala. Salió enfermito y pos ai creció el chamaco todo zurumbato. Taba [sic] más loco que una cabra.
Y luego dicen que si uno mira un eclise que se queda ciego. ¿Será? Yo no conozco a naiden que se haiga quedado ciego por ver el eclise, de sol o de la luna.
Así que ya le digo, es mejor que se recoja y se vaya pa’ su casa porque andar juera
[sic]
cuando se tapa el sol la cosa no es buena.