Flores Salazar Armando V.

Nació en Allende, Nuevo León, el 5 de abril de 1941. Hizo sus estudios profesionales en la Universidad Autónoma de Nuevo León, por la que es arquitecto y tiene una Maestría en Ciencias por la misma institución. De la Universidad Nacional Autónoma de México obtuvo el Doctorado en Arquitectura, primero otorgado para el norte del país. El año 2003 la UANL lo designó Profesor Emérito.
 
 Ha sido catedrático en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey; en la Universidad de Monterrey y en la UANL, de la que es actualmente maestro de tiempo completo y director de Investigaciones en Arquitectura. En el sector público fue, de 1969 a 1972, director de Proyectos en la Dirección de Obras Públicas del Municipio de Monterrey.
 
 Es autor de los libros “CALICANTO. Marcos Culturales en la Arquitectura Regiomontana, Siglos XV al XX” (1988), distinguido con el Premio CEMEX y el Calli de la X Bienal de Arquitectura de Nuevo León; “Arquitectura. Modelo para el estudio de la arquitectura como cultura” (2001) y “Ornamentaria. Lectura Cultural de la Arquitectura Regiomontana” (2003).
 
 Asimismo es coautor de varias obras como “Etcétera” (1992) con Fernando Garza Quirós; “Educadores de Nuevo León” (1996) con Juan Antonio González Aréchiga; “El Obispado a través de la historia” (1999) con Carlos Pérez Maldonado y “Apreciación de las Artes”, con Genaro Saúl Reyes.
 
 A lo largo de su vida ha sido y/o es académico emérito de la Academia Nacional de Arquitectura; presidente del Consejo Cultural de Nuevo León; miembro del Partner of The Americas; miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel II; presidió, con don José Calderón, la Sociedad de Amigos del Obispado y fue presidente del capítulo Monterrey y de la Academia Nacional de Arquitectura.
 
 Ha recibido los siguientes premios: cuatro Calli del Colegio y Sociedad de Arquitectos de Nuevo León (años 1995, 1999 y dos en el 2001) y dos premios CEMEX, uno en 1994 y otro en el 2000, ambos por investigación en el campo de la arquitectura.
 
 Él dice haberse influido en su vocación de arquitecto por el hecho de que sus dos abuelos y sus padres construyeron sus propias casas, lo que lo hace parte de una familia de constructores. A partir de ahí, su trabajo tiene total compromiso con la cultura del lugar y con la arquitectura como elemento de identidad de sus usuarios, independientemente de que el edificio sea público o privado.
 
 De ahí resulta también que su trabajo como arquitecto no es prioritariamente económico, sino un objeto de estudio desde la prefiguración junto con el usuario para darle forma en el papel, hasta todo el proceso constructivo e inclusive cuando el edificio está ya habitado. Sin esta premisa, dice, nunca he construido una casa o un edificio.
 
 En síntesis, para mí, la arquitectura, concluye, es motivo de estudio, de reflexión, de correspondencia con los usuarios, pues las casa, los edificios, se convierten en objetos documentales que hablan de tradiciones y costumbres, pero también de economía, de temores y de fantasías.
 
 A partir de que concluyó sus estudios, se ha dedicado al diseño y construcción de residencias y edificios comerciales, religiosos y educativos. De los edificios públicos sólo mencionamos: el diseño y construcción del Palacio Municipal de Garza García; el edificio de la Facultad de Artes Visuales de la UANL y el edificio social del Mercado de Abastos Guadalupe.
 
 En cuanto a su obra arquitectónica religiosa, subrayamos el diseño y construcción de la iglesia “De la Natividad de María” en Urapichu, Michoacán, y la restauración y ampliación de la iglesia de “San Pedro Apóstol”, en Allende, N.L.; la de “Guadalupe”, en Higueras, N.L.; la de “San Francisco”, en Apodaca y “La Asunción”, en Marín.
 
 Ha realizado investigación en las áreas de arquitectura, artes visuales, cultura regional y sobre el binomio arquitectura y cultura. Resultado de ella son los libros que ya mencionamos y numerosos artículos en revistas especializadas.