Juan Oso

Juan Oso

(Versión escuchada en El Paraíso, Hualahuises, N.L.)
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El oso no es malo. Ya casi no baja por estas tierras; lo que pasa es que la gente lo persigue para matarlo. Dicen que por su piel y por su aceite. Por eso ya casi no se le ve por aquí –afirma un pastor que anda con sus chivas cerca del río Hualahuises, en la sierra.
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Pero, mire, le voy a platicar lo que me contaban los de antes que decían que fue cierto: Una vez se supo que andaba un oso grande, ansina, que vino a espiar a la gente. No era temporada de secas, cuando bajan los animales de la sierra, así que a la gente se le hacía raro ver al oso ese que ni siquiera molestaba ni se robaba alguna gallina pa’ comer.
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Pasó el tiempo y la gente tenía cuidado, sí, pero ya no era raro que dijeran que habían visto al oso por ahí. Pero todo tiene su razón: el oso ése andaba en busca de mujer. Resulta que una tarde una muchacha nueva (virgen) se fue al río a lavar la ropa; iban con ella sus hermanitos chiquillos. En eso que se le acerca el oso por detrás y que la agarra y se la lleva. Los chiquillos se fueron gritando que el oso se había llevado a su hermana y la gente salió con los machetes a buscarlo. Lo siguieron varios días, pero el oso sí conocía la sierra muy bien, así que se les perdió. No se supo nada de él ni de ella por mucho tiempo.
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Resulta que un día llegó la muchacha, ya grande y con un chamaco en brazos. Venía muerta de hambre. Ella les platicó a sus gentes que el oso se la llevó a vivir a una cueva y que la cuidaba muy bien, le traía comida y hasta la quería mucho, pero que ella no quería estar ahí porque él la encerraba con una piedrota que tapaba la [entrada de la] cueva para que no se escapara.
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[Entonces] el oso la trataba bien y hasta la hizo su mujer. Y tuvieron la criatura ésa. Pero un día el animal se descuidó –a lo mejor ya tenía confianza en su mujer y no puso la piedrota en la entrada–. Ella agarró sus chivas (enseres), su chamaco y se regresó como pudo al pueblo. Dice que [se la] pasó dos días caminando entre el río y el monte, pero llegó bien. Pero tenía miedo que él la anduviera siguiendo.
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Quién sabe qué habrá pasado con esa muchacha y con el oso. Pero dicen que el chamaco creció fuerte y peludo y que un día, ya de grande, se fue solo a vivir a la sierra.

Esta leyenda fue publicada originalmente en el libro Mitos, cuentos y leyendas regionales – tradición oral de Nuevo León. Ediciones Castillo, 1998.
Posteriormente, se publicó en Mitos, cuentos y leyendas de Nuevo León. Editorial Font. Monterrey, N.L. 2005, editado por la Mtra. Déborah Chenillo, diseñado por Beatriz Gaytán y corregido por Mary de Lara. La ilustración fue obra de Jennifer Hennen.